Ahí estaba él, quieto, pero al ritmo del tic tac... Absorto por futuros fracasos imaginarios.
Ahí estaba yo, inquieta... Gritando bajito que mañana aún no existe.
Y ahí estabamos los dos, tironeando.
-Seamos hoy (le dije), que hay corazón en el pecho... y late.
Y si mañana existe ojalá que también... Sea Hoy.
Todavía absorto, él no dijo nada, y con el miedo emergente que a veces le hace correr la mirada, detuvo por fin, todos los relojes que marcaban su vida...
Y atemporales fluimos hoy, hoy, porque mañana aún no existe.
Con amor, Mundana
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